Alcoholemia
Introduce aquí el subtítular
¿Qué es el alcoholismo?
El alcoholismo (o dependencia alcohólica) es uno de los principales motivos de consulta de salud mental, y se caracteriza por un consumo excesivo de alcohol durante un tiempo prolongado, que supone dependencia del mismo.
Se considera un grave perjuicio para la salud, que aumenta el riesgo de muerte como consecuencia de enfermedades en el hígado, cáncer, depresión, accidentes, etcétera.
Sin embargo, muchos alcohólicos no reconocen su problema y, por tanto, nunca buscan ayuda para resolverlo, mientras que en otros casos la verdadera razón por la que solicitan asistencia (el abuso del alcohol) aparece enmascarada por los efectos del alcoholismo sobre el estado físico y psicológico del paciente, que a esas alturas de la adicción ya resultan evidentes.
El tratamiento del alcoholismo requiere de una intervención multidisciplinar de diversos profesionales que atiendan los aspectos físicos y psíquicos de la dependencia, así como las diversas patologías asociadas.
Un trastorno por consumo de alcohol consiste en la angustia y el daño que causa beber alcohol. Es una afección médica en la que usted:
- Bebe alcohol en forma compulsiva
- No puede controlar cuánto bebe
- Se siente ansioso, irritable y/o estresado cuando no está bebiendo
Los tipos de trastornos incluyen el alcoholismo (también llamado dependencia del alcohol) y el abuso de alcohol.
Factores de riesgo del alcoholismo
Existen una serie de factores de riesgo que influyen para que una persona desarrolle una adicción al alcohol. Los más importantes son:
La herencia
Los estudios indican que las personas que han vivido con un familiar alcohólico tienen más probabilidades de desarrollar ellos mismos esta adicción. Aunque hasta ahora este dato se apoyaba en las teorías de aprendizaje/educación los últimos estudios parecen apuntar más a la hipótesis genética, que sostiene que la presencia de ciertos genes aumentaría la predisposición de un individuo a desarrollar conductas adictivas como el alcoholismo.
Los factores psicológicos
Las emociones negativas como la ansiedad, la tristeza, la soledad, la baja autoestima o la ira muchas veces se encuentran en el origen y mantenimiento de esta enfermedad, ya que el paciente utiliza el alcohol para huir de ellas. El consumo de alcohol proporciona al paciente una sensación placentera que debería conseguir realizando actividades de su agrado como leer un libro o ver una película, disfrutar de la compañía de familiares y amigos, practicar su afición favorita... En el otro extremo están aquellas personas que emplean el alcohol con frecuencia para acompañar las emociones positivas (como celebraciones, reuniones con amigos, salir de fiesta, etcétera). La tolerancia social ante el consumo excesivo de alcohol en estas situaciones refuerza estos comportamientos inadecuados y, a la larga, el "bebedor ocasional" corre un riesgo importante de convertirse en un alcohólico.
Las relaciones sociales y el consumo de alcohol
Las malas relaciones con la pareja o la familia, los problemas económicos, la presión de los amigos para que beba, etcétera, pueden actuar también como precipitantes o mantenedores de la dependencia alcohólica. En este sentido, algunas personas también comienzan su patrón de consumo para superar los problemas que tienen al relacionarse con los demás, como la timidez o la falta de habilidades sociales (por ejemplo, beben para desinhibirse o para sentirse más simpáticos a la hora de conocer a una persona o integrarse en un nuevo grupo), así como para enfrentarse a alguien a quien no saben cómo expresar algo que les molesta.
Síntomas del alcoholismo
El alcoholismo es una dependencia o adicción física a una sustancia, en este caso el alcohol, y para determinar que una persona es alcohólica debe presentar alguno de los siguientes síntomas de forma continuada durante un tiempo:
- Deseo intenso de beber alcohol.
- Falta de control sobre el consumo de alcohol, referido tanto a la necesidad de empezar a beber, como a la incapacidad para suspender o reducir este consumo.
- Bebe cuando está solo, y trata de ocultar su conducta a las personas de su entorno.
- Síndrome de abstinencia cuando no se consume, que se caracteriza por un malestar físico intenso que el paciente intenta aliviar bebiendo.
- Tolerancia. Esto implica que el individuo necesita consumir mayor cantidad de alcohol para lograr los mismos efectos.
- Lapsus o lagunas en la memoria.
- Interferencia en la vida cotidiana: por ejemplo aparece un abandono progresivo de otras fuentes de placer, se descuida el aspecto personal, disminuye el rendimiento laboral o académico, o se emplea mucho tiempo para conseguir alcohol o recuperarse de sus efectos.
- El consumo de alcohol persiste con independencia de sus consecuencias físicas (como el daño hepático o la desnutrición), psicológicas (depresión, ansiedad), del deterioro cognitivo, o de las repercusiones que tenga sobre la actividad laboral, las relaciones familiares y sociales, etcétera.
Diagnóstico del alcoholismo
Las primeras manifestaciones del alcoholismo son las respuestas físicas que aparecen durante la abstinencia (temblores, sudoración, dolor de cabeza, náuseas, ansiedad o aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión sanguínea). Estos síntomas se acompañan por un fuerte deseo de consumir más alcohol. Sin embargo, no es frecuente que un alcohólico reconozca en un primer momento que tiene un problema con el alcohol. Este hecho dificulta enormemente el diagnóstico médico, mientras que el alcohólico continúa bebiendo y desarrollando una mayor tolerancia al alcohol.
Desde el punto de vista analítico existen algunos indicadores en sangre que permiten al médico saber si existe un consumo excesivo y habitual de alcohol. Concretamente, el volumen de los glóbulos rojos o hematíes aumenta considerablemente (VCM) presentando cifras por encima de 94-95, e incluso por encima de 100.
La determinación de etanol en sangre no es muy útil dado que tan solo indica la presencia de esta sustancia en sangre en el momento de la extracción, y puede detectarse no solo en consumos crónicos, sino en intoxicaciones agudas o en consumos esporádicos. Se estima que más de 60 gramos de etanol al día para el varón y más de 40 g de etanol diario para la mujer son cifras a partir de las cuales se entra en riesgo de daño visceral en el consumo crónico de alcohol (una cerveza o un vino son 10 gramos).
La evaluación psicológica será fundamental, junto al diagnóstico médico de los síntomas mencionados, para valorar el grado y el patrón de consumo de alcohol del paciente (uso, abuso, dependencia). El médico interrogará al paciente, o a un familiar en caso de que el afectado no quiera o no pueda responder a las preguntas, sobre sus hábitos en relación al consumo de alcohol. También se realiza un examen físico, y pruebas para detectar los problemas físicos o patologías que haya podido desarrollar a consecuencia del abuso de alcohol.
Consumo de alcohol y hepatitis
El consumo de alcohol continuado desestabiliza la función hepática, ya que el hígado se ve sometido a un sobre esfuerzo para eliminar esta sustancia, y sus células se alteran o se destruyen, provocando inflamación, e incluso una fibrosis que puede degenerar en cirrosis.
Algunas personas presentan bastante tolerancia al alcohol, por lo que pueden estar consumiendo una cantidad de esta sustancia que resulta dañina para el organismo sin llegar a emborracharse. Esta tolerancia les proporciona una falsa sensación de seguridad y les incapacita para percibir las molestias físicas asociadas a una ingesta excesiva de alcohol, que en realidad actúan como señales de alarma que envía el organismo ante una potencial situación de peligro.
Hepatitis alcohólica:
síntomas, complicaciones y tratamiento
Alcohol y hepatitis son una combinación peligrosa, y es que, el abuso de estas bebidas puede originar una hepatitis alcohólica, que generalmente se manifiesta tras una temporada en la que el afectado ha ingerido una cantidad de alcohol superior a la habitual. Los síntomas más frecuentes en estos casos son: fatiga, apatía, inapetencia, ictericia, pérdida de peso, fiebre, y dolor en la zona superior derecha del abdomen. Si se trata de una hepatitis alcohólica grave el paciente puede presentar además ascitis (líquido en la cavidad abdominal), signos de malnutrición y encefalopatía hepática (alteración de la función cerebral que se produce cuando el hígado no puede eliminar sustancias tóxicas adecuadamente y estas se acumulan en la sangre).
Cuando la enfermedad hepática ha sido causada por el alcohol la medida inicial y más efectiva es la supresión de su consumo de forma inmediata. Una alimentación equilibrada es también muy importante para la recuperación del paciente, que puede requerir suplementos nutricionales en determinados casos. En el caso de que el enfermo retenga líquidos será necesario que suprima la sal de la dieta y tome diuréticos, siempre bajo consejo médico.
En las personas que padecen hepatitis C crónica el daño hepático se agrava y acelera en el caso de que consuman alcohol, además de aumentar el riesgo de desarrollar cirrosis, que es un proceso irreversible que se puede detener o ralentizar si se suprime el alcohol, pero que una vez establecido impide que el hígado recupere la normalidad, y puede desembocar en cuadros graves como una insuficiencia hepática severa o un cáncer. Por lo tanto, es imprescindible que los pacientes con hepatitis C eliminen completamente el alcohol de su dieta.
Tratamiento del alcoholismo
Debido a que el alcoholismo es una enfermedad multicausal, su tratamiento debe seguir un enfoque multidisciplinar en el que se integre el trabajo de varios profesionales especializados en la adicción al alcohol. Los tratamientos actuales para alcohólicos no inciden sobre la dependencia, sino sobre el consumo y la decisión de consumir.
Hay varias fases en el tratamiento del alcoholismo y la primera estriba en el reconocimiento de la adicción por parte del paciente. Cuando este deja de beber manifiesta el síndrome de abstinencia, que debe ser tratado adecuadamente y que, dependiendo del grado de dependencia, puede hacer necesario el ingreso hospitalario del paciente. Esta fase se conoce como desintoxicación. En la última etapa del tratamiento, la deshabituación, el objetivo es que el paciente permanezca abstemio durante el resto de su vida.
Todo el proceso terapéutico se basa en intervenciones psicoterapéuticas, psicofarmacológicas y psicosociales, que incluyen: terapia individual o de grupo, programa de prevención de recaídas, farmacoterapia, psicoterapia familiar o de pareja, coordinación con grupos de autoayuda, seguimiento desde atención primaria, atención especializada, servicios sociales, y unidades de internamiento generales, y específicas para la dependencia (UDA).
¿Qué medicamentos pueden tratar el trastorno por consumo de alcohol?
Tres medicamentos están aprobados para tratar el trastorno por consumo de alcohol:
- Disulfiram: Causa síntomas desagradables como náuseas y enrojecimiento de la piel cada vez que bebe alcohol. Saber que beber causará estos efectos desagradables puede ayudar a mantenerlo alejado del alcohol
- Naltrexona: Bloquea los receptores en el cerebro que le hacen sentir bien cuando bebe alcohol. También puede reducir sus ansias por beber. Esto puede ayudarle a reducir su consumo de alcohol
- Acamprosato: Ayuda a evitar el alcohol después de haber dejado de beber. Funciona en múltiples sistemas cerebrales para reducir sus ansias, especialmente justo después de haber dejado de beber
¿Qué terapias conductuales pueden tratar el trastorno por consumo de alcohol?
Otro nombre para las terapias conductuales es asesoramiento o consejería sobre el alcohol. Se trata de trabajar con un profesional de la salud para identificar y ayudar a cambiar los comportamientos que conducen a su consumo excesivo de alcohol.
- La terapia cognitivo-conductual ayuda a identificar los sentimientos y situaciones que pueden conducir a un consumo excesivo de alcohol. Enseña habilidades para enfrentarlo, incluyendo cómo manejar el estrés y cómo cambiar los pensamientos que le llevan a querer beber. Usted puede recibir la terapia uno-a-uno con un terapeuta o en grupos pequeños
- La terapia de mejora motivacional (o terapia de estímulo de la motivación) ayuda a construir y fortalecer la motivación para cambiar su hábito de beber. Incluye alrededor de cuatro sesiones en un corto período de tiempo. La terapia comienza con la identificación de los pros y los contras de buscar tratamiento. Luego, usted y su terapeuta trabajan en la creación de un plan para cambiar su hábito. Las próximas sesiones se centran en aumentar su confianza y desarrollar las habilidades que necesita para poder cumplir con el plan
- La consejería matrimonial y familiar incluye a los cónyuges y otros miembros de la familia. Puede ayudar a reparar y mejorar sus relaciones familiares. Los estudios demuestran que un apoyo familiar fuerte a través de esta terapia puede ayudarle a mantenerse lejos del alcohol
- Las intervenciones breves son sesiones de consejería cortas, individuales o en grupos pequeños. Incluyen entre una a cuatro sesiones. El consejero le entrega información sobre su patrón de consumo y riesgos potenciales. El consejero trabaja con usted para establecer metas y proporcionar ideas que pueden ayudarle a hacer un cambio
Prevención del alcoholismo
La prevención del alcoholismo debe iniciarse en la adolescencia o incluso antes. La recomendación es no beber nada de alcohol antes de la edad adulta. Para fomentar la abstención alcohólica es fundamental la actitud de la familia del menor; así, hay padres que no quieren que sus hijos beban pero consumen bebidas alcohólicas con frecuencia en presencia de sus hijos, o hacen comentarios sobre "cuánto bebían de jóvenes". Esta conducta pro-alcohol puede hacer que el joven considere que el consumo de alcohol es algo normal y deseable en algunas ocasiones (por ejemplo cuando se está con amigos).
En segundo lugar, es preciso informar al adolescente sobre las consecuencias reales del alcohol. Afortunadamente cada vez son más los jóvenes que conocen los efectos del alcohol y las graves consecuencias que puede tener sobre su salud y su calidad de vida, pero si no se acompaña de medidas efectivas de prevención, la información no es suficiente.
Por eso, un tercer pilar fundamental para evitar la adicción, será dotar al adolescente de las estrategias necesarias para eliminar los factores de riesgo que le pueden inducir a consumir alcohol, como mejorar su autoestima y sus habilidades sociales. En este sentido, será fundamental también ayudar al joven a soportar la presión del grupo y mostrarle formas alternativas de diversión.